Caminar a tientas y comprobar que avanzas, tropezar mil veces en la misma piedra y confirmar que aprendes, llamar a robustas puertas y comprobar que se abren, emprender caminos desconocidos y disfrutar del viaje, siempre disfrutar. En eso consiste todo esto.
Unai Lobo (Betagarri) se estrena en la literatura con este poemario directo, valiente e ilustrado a todo color por Igor Agirre, Mauro Entrialgo y Natalia López de Munain.
“Siempre he escrito. Cosas. Sin constancia, sin disciplina, sin rigor, sin método. Frases, historias, letras, textos, canciones… Sin vergüenza, sin miedo. No tengo muy claro cuándo llegó la primera criatura a la que decidí llamar poema, simplemente llegó. Lo que sí puedo asegurar es que no fue un atardecer de invierno tras el ventanal empañado, en una libreta de apuntes escrita a lápiz, y una copa de vino al lado del fuego mientras escuchaba una primera edición en vinilo de A Love Supreme, como los poetas de verdad. Siento romper la magia, pero yo escribo a saltos, en el teléfono, mientras espero a que mi hijo acabe el entrenamiento, en la sala de espera del dentista, o en el descanso de un partido de la Champions. No hay bohemia por ningún lado, ni misticismo, ni misterio, ni vida de poeta. Ni falta que hace.
Y cuando te da igual no ser poeta para escribir poemas, ni escritor para escribir cuentos, ni músico para escribir canciones, ni pastelero para hacer bizcochos, entonces te lanzas a hacer lo que te apetezca y un día descubres que tienes por ahí desperdigadas unas cuantas canciones que a lo mejor si las vistes y las peinas pueden terminar siendo un disco, un montón de poemas que podrían juntarse en un libro, algunas historias que con un poco más de trabajo serían un cuento o una novela y un bizcocho lo suficientemente rico como para desayunar durante la semana.” (El autor)