A pesar de que nos hallamos instalados en la era secular, la religión, lo sagrado, lo místico ?en suma, lo trascendente? son resistencias que no han claudicado definitivamente; ocupan zonas marginales en el debate social. Los tiempos difíciles que vivimos nos obligan a preguntarnos si trascendencia y secularidad son conceptos estructuralmente antagónicos o si cabe la posibilidad de pensar en una sociedad basada en una aproximación entre ambas dimensiones. Una sociedad hipercompleja, acelerada, supercomunicada y global no puede alcanzar acuerdos y consensos si no va más allá de un mero cómputo de los hechos empíricos. Necesita ciertos recursos semánticos que permitan a los actores escuchar las vidas de los otros y filtrar sus sentidos, ya que, de lo contrario, todo queda en manos del algoritmo.